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Gilma Soler y Luis Triana

Las calles de una patrona

Hay que dirigirse con mucho respeto a la señora Gilma Soler Rodríguez cuando se le habla, no solo por la norma básica, sino porque doña Gilma hace parte de la realeza. Fue elegida en 2019 como la Reina por el Adulto Mayor de su barrio, Santa Bárbara Centro, donde vive hace más de 70 años. “He tomado el derecho de representar a mis abuelos porque ya llegué a la era dorada de las canas”, dice, al tiempo que pone en su mismo trono al barrio y sus matices, que en pleno corazón de Bogotá delimita al oriente entre la carrera cuarta y tercera, al sur con la Avenida Comuneros, al occidente con el barrio Bicentenario en la carrera décima y hacia el norte con la calle de la Presidencia sobre la carrera séptima. En él han vivido personas de todos los estratos, al igual que presidentes y virreyes.

Ella habla desde las escaleras que llevan a la entrada de la iglesia Santa Bárbara. Mientras cuenta la historia de su barrio, casualmente la saludan muchos vecinos, al igual que a su hijo que la acompaña a todas partes, Luis Triana. Después de varios intentos por alcanzar al párroco, doña Gilma acepta hablar desde el atrio, quería entrar y hacerse junto a la pequeña fuente del templo, pero desde hace poco menos de un año todo el rededor de esta fue cercado por unas rejas. Antes era de libre acceso, pero ahora en un intento por protegerla de los vándalos irresponsables, asume Gilma, ha sido cerrada.

Santa Bárbara es la patrona no solo del barrio, también de los relámpagos y los truenos. La leyenda que cuenta Gilma dice que su padre era un hombre ateo, quien quería que su hija desposara a algún pretendiente que tuviese buen dinero, pero ella no quería casarse por ese motivo, se convirtió al catolicismo y por esto, y por rechazar el matrimonio, su padre la decapitó; en el momento que salió a la calle tras asesinar a su hija un rayo cayó estruendoso del cielo y lo mató. Por eso se llama a Santa Bárbara patrona de los relámpagos y truenos.

La iglesia fue construida sobre las cenizas de una casa que se quemó en medio de una tormenta, esta pertenecía a una familia de hacendados españoles, quienes, en agradecimiento por sobrevivir al desplome de su casa, la erigieron en honor a la santa de las tempestades. Ya no tiene la misma majestuosidad de antes, pues solía ostentar un enorme campanario; las restauraciones para mantenerla en pie han hecho varios cambios, pero la iglesia es la segunda parroquia de Bogotá, después de la Catedral Primada, y se ha mantenido en su lugar desde 1565.

El barrio Santa Bárbara también cuenta con otros lugares que son para sus habitantes una muestra de la importancia histórica. Se encuentra muy cerca al Palacio de Nariño y la Iglesia de San Agustín, en la entrada de esta última se encuentran los restos de Policarpa Salavarrieta (quien además fue bautizada en la ya mencionada Iglesia Santa Bárbara). La madre de esta heroína nacional también vivió en el barrio, entre la carrera séptima y sexta, junto a los hermanos agustinianos. En la casa del Inquilino Mayor también vivió “el de los derechos”, como dice Gilma, Antonio Nariño. Gilma y Luis también hablan con orgullo de la historia más reciente del barrio, siendo sede del rodaje de La estrategia del caracol de Sergio Cabrera, una de las películas más icónicas del cine colombiano. El barrio también solía albergar a los teatros Santa Bárbara y Granada, dos de los primeros que existieron en la ciudad de Bogotá, pero que hoy en día se han convertido en parqueaderos.

Madre e hijo consideran que el barrio ha sufrido un proceso de desplazamiento de sus habitantes originarios, pues el gobierno se ha adueñado de varias casas a lo largo de los años y han ido desplazando a instituciones religiosas, a familias pobres y a centros culturales que existían antes en el lugar. “Siguen sacando a la gente así, así, así, silenciosamente, y cuando menos se lo esperan mandan el bulldozer y acaban con los pobladores”. Luis se refiere varias veces al “Proyecto Ministerios”, que pretende acercar geográficamente a varias entidades del Estado, ubicándolas en distintos bloques del centro de la ciudad, incluyendo el barrio Santa Bárbara. El plan, para esta comunidad, podría significar perder sus hogares; y abandonar lo último que queda de los sitios tradicionales y coloniales de la capital. Temen que proyectos como estos desaparezcan a La Candelaria como se le conoce. Al preguntar a Luis qué se sueña de la localidad su respuesta es “que la Candelaria sea considerada Patrimonio Histórico de la Humanidad. Que el patrimonio de la nación y del Distrito se sigan respetando”. Ellos son parte de una comunidad que desea ver una Candelaria próspera, que sea reconocida por todos los bogotanos y los colombianos como una localidad que guarda historia y tradición.

Después de una charla sobre los valores que deben ser conservados y sobre el deseo que tienen de quedarse para siempre en su barrio y localidad, Luis ayuda a Gilma a ponerse su indumentaria monárquica. Al terminar, ella posa orgullosa ante la cámara, mostrando con una sonrisa su corona y el cetro que la hacen reina del barrio.

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